La primera y una de las relaciones más significativas en nuestra vida es la que tenemos con nuestras madres. No siempre las entendemos cuando somos niños, pero a medida que pasan los años y nos convertimos en padres, entendemos exactamente todos los sacrificios que nuestras madres (y por supuesto, nuestros padres) hicieron por nosotros y cuánta fuerza se necesitó para darnos lo mejor que podíamos recibir. Las siguientes 9 cosas aclaran exactamente cuánto hacen las madres por sus hijos sin que ellos siempre sean conscientes de ello, y cuánto amor se requiere para cumplir uno de los roles más desafiantes del mundo.
1. Protegerá a sus hijos siempre que lo necesiten
Desde el momento en que los niños llegan al mundo, se despierta en las madres un instinto protector, junto con una sensación de preocupación. Toda madre conoce el sentimiento de temer por la seguridad de sus hijos, acompañado de una fuerza que nunca supo que tenía, destinada a protegerlos. Cuando se lastiman, ella está a su lado y los consuela. Cuando llegan tarde de una salida, ella los espera frente al televisor, alegando que hay un programa interesante, pero aun así se despierta temprano por la mañana para prepararles la comida o acompañarlos.
A los niños les cuesta aceptar la protección que a veces parece excesiva, pero a medida que pasan los años, se dan cuenta de que incluso cuando parecía extrema, las acciones de su madre estaban justificadas. Como adultos, todos saben qué peligros acechan fuera del hogar y comprenden que su madre intentó y logró protegerlos, y por eso siempre estarán agradecidos.
2. Siempre renunciará al último trozo de pastel
Los sacrificios que hacen los padres y las madres a diario muestran cuánto aman a sus hijos y solo quieren ver sonrisas en sus rostros y saber que son felices. Esto incluye renunciar a cosas que aman, como el último trozo de pastel, al que los padres renuncian con gusto porque su amor por sus hijos es mayor que su deseo de postre. Prefieren ver a sus hijos sonreír en lugar de experimentar un momento fugaz de alegría al comer un dulce. Tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, las madres renuncian voluntariamente a algunos de sus propios deseos para hacer felices a sus hijos.
Como adultos, cuando las personas se dan cuenta de lo mucho que su madre hizo por ellos, están dispuestos a hacer sacrificios por ella a cambio, a devolver incluso un poco de lo que les dio.
3. Derrama muchas lágrimas
Las lágrimas de una madre se presentan de muchas formas y comienzan con la alegría indescriptible que siente cuando descubre que está embarazada y a punto de traer vida al mundo. En el nacimiento que ha esperado con tanta ilusión, derrama lágrimas de dolor mezcladas con alegría, que solo se intensifican cuando sostiene a su recién nacido en sus brazos. A veces derrama lágrimas de preocupación por sus hijos, lágrimas de felicidad al ver sus primeros pasos, y cada vez que su hijo sufre, ella también sufre.
Estos sentimientos se vuelven más comprensibles en la edad adulta cuando las personas los experimentan como padres y se dan cuenta de que la crianza conlleva una amplia gama de emociones, la más profunda de las cuales es el amor, como el amor que su madre siente por ellos y demuestra una y otra vez.
4. Ser madre a veces le duele
Traer hijos al mundo conlleva muchos dolores que palidecen en comparación con el amor que sienten las madres por sus hijos. Cuando nacen, la arañan con sus pequeñas uñas y la patean, sin darse cuenta de su fuerza o de lo que les rodea; les duele. Las madres sienten dolor en la infancia de sus hijos y también sienten pena cuando ven que los niños que llevaron en su vientre durante nueve meses se vuelven independientes y los necesitan menos. A medida que sus hijos recorren el camino hacia la independencia, a menudo se encuentran reconectando con su madre debido a la nueva comprensión y al deseo de estar cerca de la persona que los entiende mejor. Esto fortalece su vínculo y crea experiencias compartidas que se recordarán con cariño durante años.
5. Sabe que no es perfecta
La maternidad no solo trae consigo un amor infinito, sino también profundos sentimientos de autocrítica y culpa. Cada madre es su propia crítica más dura, e incluso los pequeños errores la hacen sentir que tal vez no sea lo suficientemente buena. Cada madre tiene remordimientos grabados en su corazón, cosas que desearía poder volver atrás y arreglar. Ella sabe que es humana, pero aun así quiere ser la madre perfecta para sus hijos. A veces le cuesta perdonarse a sí misma, pero la amabilidad y la comprensión de los demás pueden ayudarla a aliviar estos sentimientos y demostrarle que, a pesar de todo, fue la mejor madre que podía ser.
6. Su corazón se rompe cuando sus hijos lloran
Todas las madres y todos los padres conocen el doloroso sentimiento que les invade cuando ven a su hijo derramar lágrimas de tristeza. Aunque saben que el mundo no es perfecto, las madres hacen todo lo que está en su poder para evitar que sus hijos lloren, y cuando no lo logran, su corazón se duele profundamente al ver las lágrimas rodando por las mejillas de sus hijos. Esta sensibilidad es algo que todos los padres llegan a comprender cuando tienen sus propios hijos. Les permite relacionarse con sus hijos, apoyarlos y apreciar a las mujeres que han soportado mucho más dolor por cada herida o desamor emocional.
7. Lleva a sus hijos mucho más allá de los nueve meses
Todas las madres estarán de acuerdo en que llevar a un hijo no termina cuando nace, solo comienza. Cuando son pequeños, una madre aprende a hacer malabarismos para sostener a un niño en un brazo mientras se ocupa de las tareas del día con el otro. Abraza, besa, consuela y sostiene a sus pequeños cerca de su cuerpo cálido. Incluso cuando crecen, se vuelven más independientes y buscan menos abrazos físicos, permanecen cerca del corazón de su madre.
Están impresos para siempre en su alma, y los lleva consigo dondequiera que va, atesorándolos con un amor que las palabras no pueden describir por completo.
8. Vigila a sus hijos dormir
Toda madre conoce las noches de insomnio en las que un bebé no puede conciliar el sueño o necesita que lo alimenten en mitad de la noche. Con los años, estas noches se vuelven menos frecuentes, pero nunca desaparecen del todo. Cuando su hijo está enfermo, una madre se sienta a su lado toda la noche si es necesario, asegurándose de que está bien y de que ella está allí para él. Cuando crecen y salen con amigos, ella espera a que regresen a casa, incluso si eso significa quedarse despierta toda la noche. A veces, simplemente observa a sus hijos dormir, sonriendo mientras agradece en silencio al universo por tenerlos en su vida.
Muchas personas hacen lo mismo cuando se convierten en padres: sonríen en silencio con alegría y una profunda comprensión de lo que significa tener una madre que siempre estuvo allí para ellos, incluso en las noches más difíciles.
9. Volvería a hacerlo todo de nuevo
La maternidad es uno de los trabajos más duros del mundo y para mí ha sido el más desafiante al que me enfrentado en toda mi vida. Las madres lloran, soportan el dolor, lo intentan, fracasan, trabajan incansablemente y, sobre todo, aprenden. Todas las luchas y emociones abrumadoras de la maternidad se ven eclipsadas por el amor que sienten por sus hijos y la satisfacción que les produce verlos crecer hasta convertirse en adultos independientes y padres. A pesar del cansancio, las noches de insomnio, los sacrificios y las innumerables preocupaciones, todas las madres (y padres) volverían a hacerlo todo con gusto, porque sus hijos lo valen todo.
Este sentimiento se hace más claro que nunca cuando las personas traen a sus propios hijos al mundo y experimentan los altibajos de la crianza. Esos son los momentos en los que los pensamientos sobre sus propios padres inundan sus mentes y finalmente comprenden todas las cosas increíbles que se hicieron por ellos...
