Los límites de la cordura han sido un tema de fascinación desde la aparición tu y yo hemos reflexionado sobre ello desde siempre. Se han escrito innumerables libros y obras de teatro sobre los trastornos mentales, y se han filmado innumerables películas sobre el tema. A través de la investigación y los cálculos, la medicina moderna ha conseguido establecer algunas pautas que nos ayudarán a diferenciar entre un trastorno de la personalidad correctamente diagnosticado y un simple arrebato puntual causado por una mala racha en la vida.
Hoy vamos a ver en qué consiste este límite.
¿Qué son los trastornos de la personalidad?
Antes de entrar en materia, definamos los términos que utilizaremos.
Personalidad
La Clínica Mayo define la personalidad como "la combinación de pensamientos, emociones y comportamientos que te hacen único. Es la forma en que ves, entiendes y te relacionas con el mundo exterior, así como la forma en que te ves a ti mismo". Muchos expertos coinciden en que la personalidad se forma durante la infancia y se establece a más tardar a los 13 años.
Hay muchas escuelas de pensamiento sobre lo que define nuestra personalidad, pero una de las teorías más aceptadas afirma que la personalidad se forma mediante una combinación de genes y entorno. Podemos heredar nuestros rasgos y nuestro temperamento, pero también podemos adquirir comportamientos aprendidos a través del entorno en el que crecemos. Las mismas dos cosas que dan forma a nuestra personalidad también pueden causar trastornos de la personalidad. Más adelante hablaremos de ello.
Trastornos de personalidad
A efectos de nuestra discusión, los trastornos de la personalidad son un conjunto de trastornos mentales caracterizados por patrones de pensamiento, comportamientos y percepciones poco saludables sobre las personas y las situaciones. Un trastorno de la personalidad interfiere y limita todo tipo de relaciones y funcionamiento en todas o casi todas las áreas de la vida. Los trastornos de la personalidad suelen comenzar en la adolescencia o en los primeros años de la vida adulta.
Los trastornos de la personalidad se clasifican en tres grupos:
En el grupo A están los trastornos relacionados con lo social. Las personas diagnosticadas con trastornos de este grupo pueden parecer extrañas o excéntricas. El trastorno paranoide de la personalidad y el trastorno esquizoide de la personalidad se clasifican en el grupo A.
En el grupo B están los trastornos relacionados con las emociones. Las personas diagnosticadas con trastornos de este grupo pueden tener dificultades para controlar sus emociones. El trastorno antisocial de la personalidad, el trastorno límite de la personalidad y el trastorno narcisista de la personalidad se clasifican en el grupo B.
En el grupo C se encuentran los trastornos relacionados con la ansiedad. Las personas diagnosticadas con trastornos de este grupo pueden experimentar fuertes sentimientos de miedo, ansiedad y desesperanza que les impiden llevar una vida plena. El trastorno de la personalidad dependiente, el trastorno de la personalidad evitativa y el trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva se clasifican en el grupo C.
¿Cómo lo identifica un médico?
El psiquiatra será quien diagnostique un trastorno de la personalidad. En algunos casos, puede necesitar más de una sesión para llegar a una evaluación precisa; a veces el diagnóstico puede ser difícil debido a la superposición con otros trastornos o al consumo excesivo de alcohol o drogas.
El psiquiatra utiliza las directrices como herramienta de diagnóstico. Las dos principales directrices son la clasificación internacional de enfermedades de la OMS y el manual de diagnóstico y estadística de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA).
Al hacer un diagnóstico, el psiquiatra debe tener en cuenta los síntomas y comportamientos descritos por el paciente. Suele preguntar por los sentimientos y las emociones, así como por los antecedentes familiares de trastornos de la personalidad.
Para algunos, el diagnóstico oficial es un alivio y una explicación razonable de comportamientos cuestionables en el pasado, mientras que para otros puede ser una carga y un estigma. Si un paciente no está satisfecho con su diagnóstico, puede buscar una segunda opinión.