Las investigaciones demuestran que los huesos humanos son más débiles y menos densos en comparación con otros homínidos. Según un estudio de 2015, los huesos del Homo sapiens comenzaron a debilitarse hace unos 12.000 años. Según la hipótesis de los investigadores, esto ocurrió alrededor de la época en la que la gente empezó a cultivar más. Cuando empezamos a cultivar más, nuestra actividad física y nuestra dieta cambiaron y, como resultado, nuestros esqueletos se volvieron más ligeros y frágiles.
El estudio descubrió que el tejido óseo trabecular -un material esponjoso y poroso compuesto por tejido duro y blando que se encuentra en el extremo de los huesos largos- disminuyó en grosor y volumen. A medida que disminuía nuestra necesidad de caza nómada y se hacía más común un estilo de vida ganadero más asentado, la durabilidad de nuestros huesos también disminuyó. Los científicos afirman que este cambio en la densidad ósea persiste también en los humanos modernos.
Un estudio de 2014 también demostró que, desde el auge de la agricultura, nuestros esqueletos se han vuelto mucho más ligeros. Los científicos sostienen que esto ocurrió debido a la disminución de la actividad física. Añadieron que es probable que la tendencia continúe a medida que nos volvemos aún más sedentarios.
Genes en constante cambio
Los recientes estudios de ADN han indicado que nuestros rasgos genéticos han cambiado o se han adaptado a nuevos entornos a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en 2016, los científicos descubrieron que seguir una dieta vegetariana durante generaciones hizo que una población de Pune (India) presentara una mayor frecuencia de una mutación específica en el gen FADS2 (un importante gen dietético). Esta mutación les ayudaba a procesar cómodamente los ácidos grasos omega-3 y omega-6 procedentes de fuentes no cárnicas y a transformarlos en compuestos vitales para la salud del cerebro. Las personas que siguen dietas omnívoras no están necesariamente adaptadas para ello.
Los científicos afirman que los genes que controlan la tolerancia a la lactosa también están aumentando en nosotros. Hace varios miles de años, la enzima que ayuda a la gente a beber leche sin enfermar se desactivaba al llegar a la edad adulta. Pero hace entre 2.000 y 20.000 años, surgieron en todo el mundo mutaciones genéticas que ayudan a la gente a tolerar los lácteos. Según los investigadores, ese cambio genético se produjo hace tan sólo 3.000 años en África oriental, presumiblemente porque la cría de ganado se convirtió en una parte más importante de la vida humana.
Los expertos afirman que el cambio de estilo de vida -al pasar los humanos de ser pastores nómadas a agricultores y trabajadores industriales- está detrás de estas adaptaciones genéticas. Otro ejemplo de esto se encontró en 2010, cuando los investigadores hallaron un vínculo entre las poblaciones con una larga historia de vida en asentamientos urbanos y un gen asociado a la resistencia a patógenos intracelulares como la tuberculosis y la lepra. Los científicos creen que esta innovación evolutiva se produjo probablemente en los últimos 8.000 años. También consideran que, a medida que los humanos se desplazaron a los grandes asentamientos urbanos, las enfermedades a las que estaban expuestos cuando eran agricultores también se redujeron.
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Es probable que veamos cómo se producen más cambios en nuestro cuerpo. Las nuevas tecnologías, como la edición de genes, podrían detener el ritmo de la evolución, pero algunos científicos creen que nuestra biología no se detendrá y seguirá evolucionando. Hace 300.000 años, nueve especies humanas caminaban por la Tierra. Ahora sólo estamos nosotros. ¿Pero quién dice que no pueda evolucionar una nueva especie humana?
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