Cuentan de un hombre muy rico e inteligente que vivió hace muchos años en una ciudad muy lejana. Tenía una gran familia, esposa, hijos y nietos, y era amado por todos. Fue generoso con su familia y amigos.
Un día su esposa falleció y lo dejó solo en su casa. Después del período de luto, sus hijos se acercaron a él y le dijeron que no debía vivir solo en la casa grande.
"Vende tu casa y tus posesiones", decían. "Dánoslo y podrás vivir en la casa del hijo mayor, y nunca te hará falta nada".
El hombre estuvo de acuerdo, vendió todo lo que tenía y lo repartió entre sus hijos, mudándose a la casa del mayor.
Al principio, estaba perfectamente atendido, y sus hijos lo visitaban a menudo. Pero poco a poco, los hijos y nietos dejaron de aparecer. En la casa de su hijo mayor se amargó, a menudo no tenía comida, su ropa no estaba bien arreglada y le daba vergüenza salir con ella por ahí.
Un día, el anciano le dijo a su hijo: "reunid a todos y al alcalde, tengo algo que deciros".
Cuando todos se reunieron, el hombre dijo: "Os dije que vendí todo, pero esa no era la verdad. Todavía tengo una maleta llena de oro y joyas. Ya que mi día se acerca rápidamente, quiero que la tengáis localizada". Está cerrada con dos llaves, una que le daré al alcalde y la otra a mi hijo mayor. Está enterrada debajo del gran árbol que está frente a nuestra antigua casa, y cuando muera, podéis abrir la maleta y dividir lo que hay allí".
Todos estaban muy emocionados de escuchar esto, y desde ese día el hombre no necesitaba nada otra vez, rodeado de niños y con comida, ropa y dinero. Vivió el resto de su vida en paz.
Después de su muerte, su familia se reunió alrededor del gran árbol y los hombres comenzaron a cavar. Y efectivamente encontraron la maleta grande, y con gran ceremonia la abrieron con las dos llaves.
Pero adentro, todo lo que encontraron fue el final de la cola de un burro y un sobre. El sobre contenía una carta con una sola línea:
"Sólo un asno lo da todo demasiado pronto".
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