Un hombre conducía por el oeste de Texas una tarde de primavera.
El camino estaba desierto y no había visto un alma en lo que a él le parecieron horas.
De repente, su auto comenzó a echar humo, a renquear y el motor lentamente se apagó, dejándolo sentado en el borde de la carretera en total silencio.
Abrió el capó(cofre) y miró para ver si había algo que pudiera hacer para que volviera a funcionar.
Desafortunadamente, tenía un conocimiento limitado de los automóviles, por lo que todo lo que podía hacer era mirar el motor.
Sintiéndose abatido mientras miraba la luz poco a poco agotándose de su linterna, maldijo que no había puesto nuevas baterías como se había prometido a sí mismo.
De repente, a través de las sombras, llegó una voz profunda, "Es tu bomba de combustible".
El hombre se levantó rápidamente, golpeando su cabeza en la parte inferior del capó. "¿Quien dijo qué?" él demandó.
Había dos caballos de pie en el campo vallado junto a la carretera y el hombre se sorprendió cuando el más cercano de los dos caballos repitió: "Es tu bomba de combustible. Dale un golpecito con la linterna, y vuelve a intentarlo".
Confundido, el hombre golpeó la bomba de combustible con su linterna, giró la llave y, efectivamente, el motor rugió a la vida.
Murmuró un corto gracias al caballo y salió pitando.
Cuando llegó a la siguiente ciudad, corrió al bar local.
"¡Dame un whisky grande, por favor!" él dijo.
Un ranchero sentado en el bar miró la cara cenicienta del hombre y preguntó: "¿Qué pasa, hombre? Te ves como si hubieras visto un fantasma".
"Es increíble", dijo el hombre y recordó todo lo sucedido al ranchero.
El ranchero tomó un sorbo de su cerveza y pareció pensativo. "¿Un caballo, dices? ¿Fue por casualidad un caballo blanco?"
El hombre respondió afirmativamente. "¡Sí, lo fue! ¿He perdido la cabeza?"
"No, no estás loco. De hecho, tienes suerte", dijo el ranchero, "porque ese caballo negro no sabe nada de autos".
