En esta parábola, un hombre se encuentra en una situación precaria. Mientras huye de un tigre feroz, llega al borde de un acantilado, con la bestia pisándole los talones. Sin forma de retirarse y enfrentando un peligro inminente, se agarra a una enredadera que cuelga sobre el borde del acantilado para salvarse.
Mientras se aferra a la enredadera, mira hacia abajo y nota una fresa madura creciendo al alcance de su brazo. A pesar de sus terribles circunstancias y de la amenaza inminente del tigre de arriba, el hombre arranca la fresa y se la come, saboreando su dulzura con plena presencia y atención.
En esta historia, un monje busca aclaraciones de su maestro sobre el tema de la impermanencia. El maestro le da una piedra al monje y le dice que la arroje a un río cercano. Cuando la piedra cae bajo la superficie del agua y desaparece de la vista, el maestro le pregunta al monje: "¿dónde se ha ido la piedra?"
El monje, comprendiendo la lección, responde que la piedra ya no está en el río. Luego, el instructor transmite su sabiduría, afirmando que, al igual que la forma de la piedra, todo lo que existe sigue el mismo camino de impermanencia. Erodin, como el río, fluye indefinidamente.
La vida de un granjero es un lienzo sobre el que el azar y la desgracia pintan sus trazos impredecibles en esta historia. Cuando su caballo se escapa, los vecinos lamentan su desgracia. Sin embargo, el caballo regresa con compañeros salvajes, transformando su suerte en celebración.
Cuando su hijo intenta domar un caballo salvaje y resulta herido, la desesperación reemplaza a la alegría. Sin embargo, la herida del hijo le impide ser reclutado, invirtiendo una vez más el juicio del destino.
La importancia de esta fábula reside en su exploración de la imprevisibilidad del destino y la dicotomía entre la buena y la mala suerte. Cada suceso, ya sea aparentemente favorable o terrible, está entrelazado con su polo opuesto, que frecuentemente sólo se hace evidente con el tiempo. La calma del agricultor ante circunstancias cambiantes subraya la virtud de ver más allá de lo obvio.
Esta parábola gira en torno a la historia de un reconocido luchador llamado O-nami, que significa "Grandes Olas" en japonés. O-nami era un luchador temible e invicto que había alcanzado gran fama debido a su notable fuerza y habilidades. A pesar de su éxito, O-nami no estaba contento; sintió un vacío interior que sus victorias no podían llenar.
Un día, O-nami buscó el consejo de un maestro zen. Se acercó al maestro con humildad y le pidió orientación para encontrar la verdadera satisfacción. El maestro Zen, perspicaz de la agitación interna de O-nami, le ordenó meditar en la imagen de grandes olas hasta que encontrara la iluminación.
O-nami siguió con celo el consejo del maestro. Se sumergió en meditación, sumergiéndose en imágenes de inmensas y fuertes olas del océano. Mientras se concentraba, pensó en la naturaleza interminable de las olas: su ascenso y descenso, su fuerza y silencio. O-nami comenzó a reconocer las conexiones entre las olas y los altibajos de su propia vida, así como la naturaleza fugaz de la fama y los logros, a través de esta meditación enfocada.
O-nami tuvo una revelación sorprendente mientras continuaba reflexionando sobre la imagen de las vastas olas. Vio que la vida, como las olas, está marcada por cambios perpetuos, y que aferrarse a éxitos y victorias externos conduce al dolor. La verdadera felicidad, concluyó, consiste en aceptar la impermanencia de la vida y alcanzar la serenidad interior independientemente de las circunstancias exteriores.
En el cuento zen de "Gudo y el Emperador", nos encontramos con un intercambio fascinante que ejemplifica la esencia de la verdadera sabiduría y la naturaleza de la iluminación. Gudo, un maestro zen famoso por su sencillez y profundidad de visión, y un emperador que quiere involucrar a Gudo en un debate filosófico son fundamentales para la trama.
El emperador, intrigado por las enseñanzas zen, visita el monasterio de Gudo, acompañado de su séquito real. Con humildad, el Emperador plantea una pregunta que lleva mucho tiempo sin respuesta: "¿cuál es la verdad más elevada de la santa enseñanza?" Anticipa una respuesta elaborada, esperando que el maestro le proporcione intrincadas ideas filosóficas para satisfacer su curiosidad.
Sin embargo, Gudo, que está sentado tranquilamente y concentrado, abre los ojos y mira al Emperador. Luego, con actitud sencilla y directa, dice una palabra: "Atención".
Esta respuesta aparentemente sencilla asombra al emperador. Esperaba una charla significativa, pero en lugar de eso se le presenta una sola palabra que probablemente ha escuchado innumerables veces antes. Decepcionado y perplejo, pregunta: "¿eso es todo?"
Sin inmutarse por la reacción del emperador, Gudo responde con la misma tranquila sencillez: "Atención".
Moraleja: la parábola resume un mensaje profundo sobre la naturaleza del conocimiento, la iluminación y la esencia del Zen en tres breves intercambios. La observación de Gudo sobre "Atención" resume la esencia de la práctica Zen: estar plenamente presente en el momento, atento al aquí y ahora. Enfatiza la importancia del cultivo de la atención plena, la concentración y la conciencia en todos los aspectos de la vida.
La insatisfacción inicial del emperador refleja nuestra propia propensión a buscar respuestas elaboradas e intrincadas a los desafíos de la vida. La sabiduría de Gudo no reside en explicaciones extensas, sino en llegar a la esencia del problema. La verdadera sabiduría, según esta historia, se descubre en la simplicidad de la presencia y la atención más que en la complejidad de las palabras.