1. Recolectores de sanguijuelas
Las sanguijuelas fueron en su día un producto muy útil, y los profesionales de la medicina las utilizaban para tratar todo tipo de dolencias, como los dolores de cabeza y la histeria. Sin embargo, recoger sanguijuelas no era una tarea fácil. Las mujeres pobres del campo eran las encargadas de vadear los estanques sucios con la esperanza de que las sanguijuelas se adhirieran a sus piernas. Luego tenían que arrancarlas, meterlas en un recipiente y enviarlas a una farmacia a cambio de un pago. Como es lógico, los recolectores de sanguijuelas corrían un alto riesgo de contraer enfermedades infecciosas o de sufrir una pérdida excesiva de sangre.
2. Fabricantes de cerillas
En la época victoriana, las adolescentes tenían que cortar madera en palos finos y sumergir los extremos en un producto químico altamente tóxico, el fósforo blanco, para hacer cerillas. A menudo trabajaban hasta 16 horas al día y se veían obligadas a comer en sus puestos de trabajo, lo que provocaba en algunas de ellas una "mandíbula de fósforo", que a menudo provocaba una grave desfiguración de la mandíbula.
3. Buscadores de pureza
A pesar de su título de trabajo que suena a limpio, este sucio trabajo consistía en recoger caca de perro de las calles para venderla a los curtidores, que la utilizaban para fabricar cuero. Se llamaba "pura" porque se utilizaba en el proceso de purificar el cuero y hacerlo más flexible. Los recolectores de pureza se pasaban el día recorriendo las calles, persiguiendo a los perros callejeros, con la esperanza de recoger cubos llenos de esta materia para venderla por un buen dinero.
4. Sordos funerarios
Parte de las complejísimas tradiciones funerarias victorianas exigían el empleo de unas personas llamadas mudos en señal de respeto hacia el difunto. Se vestían de negro y llevaban un bastón cubierto de tela, y comenzaban su trabajo situándose en silencio y con luto a la entrada de la casa de la familia del difunto. A continuación, debían conducir el féretro en su procesión desde el hogar hasta el cementerio, que a menudo se encontraba a gran distancia.
5. Toshers o cazador de alcantarillas
Los Toshers o cegadores ganaban dinero viviendo en las oscuras alcantarillas, rebuscando entre las aguas residuales para encontrar cualquier objeto de valor perdido. Era un trabajo muy peligroso: había enjambres de ratas, muchos gases nocivos, túneles que se desmoronaban e incluso el riesgo de ser arrastrado cuando se abría una compuerta. Debido a estos grandes riesgos, solían trabajar en grupo, y a menudo ganaban bastante dinero, debido a las muchas monedas y objetos de plata que encontraban chapoteando en el lodazal.
6. Las alondras del fango
Las alondras del fango trabajaban de forma similar a los cegadores, pero tenían que cribar la suciedad que llegaba a las orillas del Támesis, en lugar de hacerlo en las oscuras y apestosas alcantarillas. Este trabajo solía dejarse en manos de los niños, ya que el tesoro no solía ser tan fácil de encontrar aquí, y sólo se utilizaba como una forma de que las familias pobres obtuvieran algún ingreso adicional. Sin embargo, este trabajo seguía siendo muy peligroso para los niños, ya que las fuertes mareas a menudo hacían que los niños se quedaran atascados en el barro o fueran arrastrados al mar.
7. Barrenderos de cruces
El barrido de cruces era otro trabajo que solía estar reservado a los niños durante la época victoriana. Estos niños solían reclamar una parte de la calle como su territorio, y corrían detrás de los carruajes de la gente rica, barriendo rápidamente el barro y la suciedad de su camino, asegurándose de que sus zapatos y ropa permanecieran impolutos. Estos pobres barrenderos tenían que esquivar constantemente los carruajes que iban a gran velocidad, tenían que soportar un tiempo terrible y trabajaban únicamente por las propinas, que no siempre se daban.
8. Deshollinadores
Los niños pequeños, de hasta 4 años, solían trabajar como deshollinadores, ya que tenían el tamaño perfecto para entrar en las chimeneas de ladrillo. Los espacios reducidos de las chimeneas a menudo hacían que los niños se rasparan las rodillas y los codos, antes de cubrirse de callos. La inhalación del hollín y el polvo de las chimeneas a menudo hacía que acabaran sufriendo daños pulmonares permanentes. También hay pruebas que sugieren que algunos jefes llegaron a encender un fuego debajo de las chimeneas de los trabajadores que no estaban dispuestos a hacerlo para obligarles a subir más alto.
9. Cazadores de ratas
Los cazadores de ratas eran empleados por los ricos para deshacerse de las infestaciones en sus casas o calles, y normalmente utilizaban un hurón o un perro pequeño para ayudarles en las búsquedas. A menudo preferían atrapar a los animales vivos para venderlos a los "ratoneros". Los ratoneros eran hombres que echaban un montón de ratas vivas en un foso, junto a un terrier hambriento, y aceptaban apuestas sobre cuánto tardaría el perro en matarlas todas.
10. Resucitadores
A principios del siglo XIX, los anatomistas y las escuelas de medicina sólo tenían acceso a los cadáveres de los criminales que habían sido condenados a muerte. Como consecuencia, había una gran escasez de cuerpos para diseccionar, por lo que empezaron a ofrecer jugosas recompensas a las personas que pudieran entregarles cadáveres frescos. Por ello, muchos astutos victorianos se dedicaron a desenterrar cadáveres recién enterrados y a venderlos inmediatamente a quien estuviera dispuesto a pagar. Este problema llegó a ser tan grande que los familiares a menudo tenían que vigilar las tumbas de cualquier persona que hubiera sido enterrada recientemente, para evitar que sus restos fueran robados.
Fuente: mentalfloss
Fuente de las imagenes: 1, 2, 3
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